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BAFICI XVIII: «Oleg y las raras artes» de Andrés Duque (2016)

BAFICI XVIII: «Oleg y las raras artes» de Andrés Duque (2016)

Oleg Karavaichuk es un pianista ruso que supo ser un niño prodigio y compuso la banda sonora de más de 200 películas y obras de teatro. Protegido de Stalin, censurado en los ’80, la vida de Oleg es parte de la historia de Rusia. Además, es la única persona en la Tierra autorizada a tocar el piano imperial del Hermitage de San Petersburgo, la única pieza que los zares rusos dejaron para recordar la ruina de su imperio. Este es el disparador del documental que tiene a Oleg como protagonista. Loco y genio, solitario, lúcido y confundido; una de las primeras cosas que entendemos es que Oleg no está muy bien de la cabeza.

No vemos casi a ninguna otra persona en toda la película. Sólo son el pianista y una cámara que lo sigue, y a quien él le dirige interminables monólogos como un profesor que tuviera al mundo entero de auditorio. Confunde el pasado con el presente, confunde los años de la historia (menciona haber conocido a Catalina la Grande, por ejemplo), y luego pasa a una sabiduría abrumadora. Con momentos de desmedida soberbia que contrastan con lo humilde de su modo de vida, Oleg será nuestro guía en el viaje que relata su vida. Por supuesto que no se trata de un viaje lineal ni con destino fijo. Es nuestra tarea desentrañar la historia, sacarla de la madeja de desvaríos de este personaje y reconstruirla.

Párrafo aparte para los momentos en que vemos a Oleg tocar el piano. En la primera escena escuchamos uno de sus monólogos sin mucho sentido, para luego contrastarlo con la belleza abrumadora de la música que compone. La melodía incómoda, como la llama, con un ritmo caótico que nos hace abrir grandes los ojos y los oídos para darnos cuenta de que es un verdadero genio. Pero enseguida esa llama se apaga, deja de tocar porque se aburre, y vuelve a ser un anciano de 88 años que está bastante gagá. Un hombre que en definitiva se ha quedado solo, que recuerda a sus viejos amigos sin nostalgia, porque a veces parece olvidar que ya no están allí.

La puesta en escena es interesante, porque tiene ese toque casero que le da el hecho de tener una sola cámara la mayor parte del tiempo. Y además que sea una cámara en mano, y que Oleg decidiera explícitamente hablarle al camarógrafo y no a la cámara. Los planos sin embargo se pasan de caseros. En algunos casos parece que los hubiera diagramado alguien que no sabe ni una coma sobre composición fotográfica, y nos regala planos espantosos y molestos al ojo. Planos quemados, a contraluz, siluetas sin definir, o el foco puesto en el lugar incorrecto. ¿Pero no es igual que el protagonista? La melodía incómoda pasa a ser también la película incómoda.

Una historia hermosa, de un hombre sin nostalgia ni derrotismo; ridículo pero que de algún modo maravilloso escapa a parecer patético. Con momentos divertidos y absurdos, junto a momentos de gran belleza auditiva; contrastan con los monólogos sin sentido y con la constante confusión de este personaje. O quizá no. Quizá la tiene más clara que todos nosotros juntos y no podemos comprenderlo. ¿Loco o genio? Un poco de ambas en esta película que logra una perfecta conjunción entre esas partes en apariencia irreconciliables.

Calificación: puntuacion 3,5

Tráiler:

*»Oleg y las Raras Artes» forma parte de la Competencia Internacional de la 18° Edición del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente.

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Agustina Celeste

Usaba lentes y leía antes de que fuera cool, ahora soy agente de SHIELD. La vida es muy corta para tomar vino malo o ver películas malas. Cada día estaciono mejor.