Mia es una aspirante a actriz que vive audicionando y superando frustraciones, mientras trabaja de barista en el corazón de la industria. Sebastian es un apasionado del jazz, en un mundo donde quedan pocos trabajos para un romántico incurable como él. Emma Stone y Ryan Gosling interpretan a estos dos soñadores empedernidos que un buen día cruzan sus caminos mientras cantan, bailan, tocan el piano y nos deslumbran con un abanico de talentos.
Hasta acá, el clásico romance hollywoodense de chico conoce chica. Pero «La La Land» se las ingenia para darle un par de giros muy refrescantes a la trama, sin caer en demasiados lugares comunes y evitando las trampas del género, dándose incluso el lujo de hacer humor.
Pero esto no es lo más interesante de la película. Su verdadero logro, y he ahí el -no tan- secreto de su éxito, pasa por el amor a los detalles. Desde el diseño de producción hasta las tomas en plano secuencia de canciones enteras con incontables bailarines involucrados, todo es impecable técnica y artísticamente. La mano de su autor se deja ver por todos lados, y es por esto que Damien Chazelle (guionista y productor) se está llevando palmas por todo el mundo.
Su sello personal inconfundible se refleja también en la banda sonora, una de las grandes protagonistas de este film. Con varios premios cosechados en festivales y rompiendo récords de nominaciones, la película hace gala de un hermoso repertorio de canciones originales, que parecen destinadas a acompañarnos fuera de la sala del cine y quedarse con nosotros como si las conociéramos de toda la vida.
«La La Land» es un musical que sin dudas pasará a formar parte de las listas con lo mejor del género. Pero no solo lo reverencia, sino que además lo enriquece, aportando lo propio. Melodías inolvidables, personajes entrañables que desbordan carisma, y escenas que son para enmarcar en un cuadro y colgarlo en la galería de nuestras películas preferidas.
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