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“No llores por mí, Inglaterra”: revisionismo desde el humor

“No llores por mí, Inglaterra”: revisionismo desde el humor

Este 31 de mayo estará llegando a los cines el nuevo delirio de Néstor Montalbano, ser humano responsable de dirigir comedias como “Soy tu aventura” (2003) y Pájaros volando” (2010); y de los históricos ciclos televisivos de “Cha Cha Cha” y “Todo por dos Pesos”.

En esta nueva entrega, Montalbano se anima a hacer un viaje a los primeras épocas de la independencia de Argentina, relatando un episodio fantasioso ocurrido durante las invasiones inglesas. Después de arribar a las costas del Río de la Plata, los angloparlantes se encuentran con la difícil tarea de mantener la conquista por sobre el Virreinato sin contar con refuerzos militares, así que deciden crear un plan de distracción masiva, enseñándole a los locales a jugar al fútbol y organizando partidos entre barrios que ya sean rivales.

“No llores por mí, Inglaterra” es una obra llena de méritos. El primero es haberse propuesto realizar una película de época y lograrlo con todo éxito. Las ambientaciones, el vestuario, los escenarios y los diálogos están muy bien producidos y forman una atmósfera bastante creíble de hace 200 años.

El segundo mérito son los nombres propios. Algunas de las estrellas que forman parte del film son Mike Amigorena, Laura Fidalgo, Gonzalo Heredia, Mirta Busnelli, Luciano Cáceres, Matías Martin, Diego Capusotto… y la lista sigue. Los personajes están bien construidos y no se genera una competencia por la cartelera, como pasa a veces cuando hay muchos actores principales.

El tercer mérito es haber enseñado a actuar a dos jugadores de futbol profesional. José Chatruc y Fernando Cavenaghi participan del elenco en papeles bastante articulados, en donde los personajes hablan con palabras de más de dos sílabas. Soy malo, lo se.

El cuarto y último mérito es el de haber convencido a Diego Capusotto, ferviente admirador de Racing y ex participante de la barra brava, de personificar un entrenador de un equipo que simboliza el proto-River.

No se si le pasará a usted que está leyendo esto, pero en mi caso, cuando voy a ver una película nacional con una premisa ambiciosa, tiendo a entrar con bajas expectativas. Sin embargo, en el caso de “No llores por mí, Inglaterra”, las expectativas de cualquiera pueden ser cumplidas.

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