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«Asesinato en el Orient Express»: un misterio de película

«Asesinato en el Orient Express»: un misterio de película

La historia relata una de las tantas aventuras de Hércules Poirot, el mundialmente famoso detective con un pronunciado trastorno obsesivo compulsivo. En un intento por alejarse un poco de su trabajo resolviendo crímenes, toma un tren donde (¡oh casualidad!) ocurre un misterioso asesinato. Todos los pasajeros son sospechosos, y queda en manos del protagonista interrogarlos uno por uno para dar con el culpable.

Al igual que Sherlock Holmes (el otro gran detective de la ficción), Poirot fuerza los resortes de la mente para llevar adelante su investigación: charlas psicológicas con los sospechosos, inspecciones minuciosas de la escena del crimen y abuso del razonamiento deductivo. Nunca en la historia los crímenes se resolvieron de esta manera, pero no importa, porque esto es una película.

Voy a decirlo sin vueltas: la película es muy buena. El guión no tiene lagunas, los momentos cómicos causan de verdad gracia, los momentos dramáticos estremecen, la fotografía es muy bella y la historia no se hace ni densa ni larga en ningún momento.

Agatha Christie, autora de la historia originalmente publicada en 1934, estaría orgullosa de que la narrativa incite a querer saber realmente quién es el asesino. Y la gran sorpresa viene al final cuando se revela que el asesino es el mayordomo. No, mentira, no hay ningún mayordomo y no voy a ser tan mala persona.

Lo único medio raro de “Asesinato en el Expreso de Oriente” es que tirando hacia el momento del climax, el ambiente se torna un poco melodramático y sobreactuado. Seguramente fue una decisión estética tomada para que el remate tenga más fuerza.

Un párrafo aparte se merece la construcción de los personajes. Casi todos los involucrados en este son actores de primera línea. Y el personaje que encarnan les calza con su manera clásica de interpretar: Kenneth Branagh hace de un pedante profesional, Johnny Depp de un alcohólico violento y Michelle Pfeiffer de una diva insoportable. Los que no son tan conocidos, igual están muy bien elegidos.

Llama poderosamente la atención que en un reparto con tanta estrella no se den esos momentos forzados de sobreexposición de tal o cual actor solo porque su cara garpa. Pero ese misterio en particular se resuelve cuando al final de la película, en los créditos, aparece el protagonista, Kenneth Branagh, como director, productor, actor y Dios sabe cuántas cosas más.

“Asesinato en el Expreso de Oriente” es una película muy entretenida, apta para todo público y que le saca un poco de polvo a una de las escuelas de la tradición literaria moderna más interesantes que parió el siglo XX.

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