A lo largo de su carrera, el mexicano Alejandro González Iñárritu ha demostrado ser un especialista en la presentación de películas culturales y de alto nivel de creatividad. Siempre se mantuvo centrado en historias que contaban vidas paralelas a las nuestras pero distintas entre sí, que se cruzaban una a la otra, y en la creación de personajes expuestos a situaciones límite o al borde la muerte. A través de todas sus historias, demostró cómo un pequeño detalle puede alterar por completo el orden de las cosas y desatar el caos. No es casualidad que hasta lo hayan llamado las grandes marcas, con las que obtuvo premios importantes en publicidad.
El director ahora presenta conceptualmente una disparidad entre la efervescencia de una cultura posmoderna enloquecida por las redes sociales y el contenido banal, frente a una visión crítica de este mundo que valora la expresión humana y la representación artística de las emociones. Él pone ambos polos en juego y consigue el equilibrio.
En esta esperada ocasión, el director sorprende con su argumento, y en vez de mostrar mundos desconocidos o personajes de clase media, nos sitúa en el lugar más industrializado del planeta y con personajes popularmente conocidos. A través de un único infinito plano secuencia y una batería que acompaña con mucho estilo, se sumerge fantasmalmente de principio a fin por los pasillos del teatro Broadway en Nueva York y chismosea cada una de las vidas que tienen los miembros del elenco de una obra que está cerca de su estreno.
En algunos pasajes, el film se vuelve un tanto retórico haciendo que el relato escape por algunos instantes de la ficción. ¿Si no se puede hacer poesía en el cine cuál es el lugar indicado? En este caso, esto no hace más que embellecer el mensaje y dejar pensando al espectador.
En cuanto al reparto, perdonen el término, pero la mejor manera de describirlo es diciendo que es “de puta madre”. El hecho de tener que interpretar justamente a actores parece que los favorece a casi todos, ya que por contexto, ellos se encuentran en su verdadero espacio y eso hace que el relato gane fuerza en cuanto a verosimilitud.
Un soberbio Michael Keaton (ex «Batman» de Tim Burton) es el que casualmente encarna a un actor que había ganado su fama por hacer a un viejo superhéroe, Birdman. Ahora, Riggan Thomson es un hombre lleno de ira que solo está ansioso por el estreno de su propia obra en el gran teatro Broadway, con la que quiere dejar legado de su grandeza.
Para salvar y fastidiar al mismo tiempo la vida de este señor, lo tenemos a Mike, un muchacho interpretado genialmente por Edward Norton que justifica su éxito diciendo que “arriba del escenario es el único lugar donde no tiene actuar”. Es excelente su papel y la forma en que lo interpreta, un genio bipolar.
La tercer figura que sobresale es la de la carilinda Emma Stone, quien hace a Sam, la hija y asistente de Riggan. Sin mover un pelo ni pestañear, la verán haciendo un poco de catarsis frente a cámara. El de ella es uno de los personajes que no participa en la obra teatral, al igual que Sam, el productor interpretado por el gordito más querido de Hollywood, Zach Galifianakis.
Por último, tenemos también a Naomi Watts, a quien se la nota mucho más seria y comprometida respecto a sus anteriores actuaciones en pantalla grande. Al parecer, Gonzalez Iñárritu sabe cómo sacar lo mejor de ella, como ya lo hizo hace más de diez años en “21 gramos”. Watts hace a Lesley, otra pieza del elenco que tendrá que soportar los ataques de Mike y Riggan.
Es importante mencionar que esta maravillosa comedia dramática, en la que hasta las desgracias humanas se aplauden, cuenta con la participación de dos guionistas argentinos: Armando Bo y Nicolás Giacobone. Ambos ya habían trabajado con el director en “Biutiful” y en nuestro país habían cobrado protagonismo por ser los creadores de “El último Elvis”.
En estos últimos días, “Birdman” ganó el premio BAFTA a Mejor Fotografía, pero perdió en las otras nueve categorías en las que estaba nominada. Probablemente, tenga su suerte en la próxima ceremonia de los premios Oscar a celebrarse el domingo 22 de febrero, donde competirá para Mejor Película entre ocho ternas más. Piezas artísticas que vuelan como esta, están sin dudas en el rango de las cinco estrellas.
Calificación:
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Lucas De Caro
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