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«Camino a Estambul»: Las mil caras de Russel Crowe

«Camino a Estambul»: Las mil caras de Russel Crowe

Apenas abre la placa negra, característica de cada inicio, se puede ver a un hombre a caballo. El paisaje es árido, mucho sol y nada de reparo, casi un desierto. En un momento dado esta persona se baja del animal y decide caminar. Una y otra vez sobre la misma zona, con lo que parece ser dos agujas metálicas en sus manos que se mueven erráticamente. Luego de mucho pensarlo, elige un punto equis y decide hacer un pozo en la tierra. Le toma varias horas llegar al punto deseado, pero una vez allí, solo basta un golpe seco en el fondo del mismo para que desde la tierra brotara el agua que tanto estaba buscando.

Esto es una breve descripción de los primeros cinco minutos de “Camino a Estambul”. Un relato que se extiende más allá del sexto sentido del protagonista para hallar agua, sino que intenta concentrarce en la búsqueda espiritual de un personaje que ya no tiene nada en que creer.

Más allá de esto, cabe aclarar que, en su debut como director, Russel Crowe elige una historia que lo supera ampliamente. Tanto en su realización como a la hora de interpretarla. Es por eso que “Camino a Estambul” es una película que cumple con el manual de la industria, pero no logra hacer foco en lo verdaderamente importante.

La película transcurre en dos locaciones muy diferentes: Australia y Turquía. Todo esto bajo un contexto post primera guerra mundial, en donde Joshua Connor (Crowe), viaja a Estambul en búsqueda de sus hijos que habían sido declarados muertos durante este conflicto.

Así es como se presentan las primeras complicaciones, dado que Galípoli – escenario de la batalla – era una zona restringida para civiles por el recuento de muertos que realizaban en aquel momento. Pero gracias a la ayuda de Ayshe, dueña del hotel donde se hospedaba, interpretada por Olga Kurylenko, el protagonista logra llegar a la tierra deseada.

Allí conoce al Comandante Hasan (Yilmaz Erdogan) y Sargento Jemal (Cem Yilmaz), quienes lideraron a las fuerzas enemigas y se transformarían en guías espirituales a lo largo de todo su viaje. Connor es el hilo conductor de todo el film, en realidad, son muy pocas las escenas en las que no aparece. Mediante flashbacks y alucinaciones salta constantemente hacia el pasado, donde recuerda su vida en familia y su granja. Recurso que, por su excesiva repetición, cansa y hasta puede desviar la atención en lo que sucede.

La película es larga y tiene un ritmo lento. Abundan las pausas y los primeros planos de Crowe en silencio. Él cree transmitir algo, pero no llega nada. Absolutamente nada. En contrapartida el resto de las actuaciones son exageradas, marcan un clise más que un personaje. Salvo el caso de Yilmaz Erdogan, que es una de las pocas joyas de la producción además de las locaciones elegidas.

Finalmente luego de varias conclusiones, cabe el espacio para una sola pregunta: ¿Acaso Crowe encontró lo que quería, o le resulto mas fácil hallar agua en el medio del desierto?

Calificación: puntuacion 1

Trailer:

Demian Rosales

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Sebastián Espíndola

Director y editor de @RevistaToma5. Vanguardista de casi nada, pero consumidor de casi todos. De chico quería ser detective privado.