Finalmente llegó el día de la esperada secuela de «Los Vengadores: La era de Ultron», la cual además adapta uno de los eventos más importantes de los comics de Marvel. Un guión brillante en las viñetas, con grises y momentos de demasiada empatía como momentos de hacerla imposible. Uno de los mayores miedos de los fans era cómo adaptarían esto a la pantalla grande, considerando que muchos de los elementos que dan el puntapié inicial al evento no existen en el MCU. Debían encontrar un punto medio entre caricaturizar la historia original, y ser tan referencial que sólo podrían entenderla los lectores de cómics. ¿Lograron ese punto medio? Absolutamente.
El conflicto en los cómics se da en el debate del Acta de Registro, por la cual los superhéroes debían revelar sus identidades secretas. Pero en el MCU todas las identidades son públicas, por lo que encontraron una nueva ley: el Acuerdo de Sokovia. Enganchando con la tragedia de ese país al final de «La Era de Ultron», las Naciones Unidas decidieron que los Vengadores deben tener algún tipo de fiscalización y control en sus acciones. Algunos están de acuerdo en rendir cuentas, y otros ven esto como un ataque a su libertad, ya que no decidirían qué misiones valen la pena. Si esperaban que esto fuera como las anteriores películas en solitario del Capi, lamento decepcionarlos. Es desde todo punto de vista Los Vengadores 3.
Un tema importante a tratar era la inclusión del nuevo Spiderman, y cómo se adaptaría al MCU. En el cómic ya es un hombre adulto y hace muchos años que es Spiderman. Pero en la película es apenas un chico que está a mitad del secundario. De todos modos funciona bien en contexto, no queda para nada forzado. Lo mismo ocurre con la inclusión de Pantera Negra, que aparece por primera vez en el MCU y debían encontrar una forma de introducirlo. Ambas primeras apariciones son fieles al espíritu de los personajes, y quedan perfectas en el contexto. Y por cierto, los trajes son exactamente iguales a las viñetas. Lo único un poco más flojo puede haber sido el Barón Zemo como villano, pero es casi un secundario en esta Guerra Civil.
A pesar de compartir 100% el espíritu del comic, es una historia distinta que debe ser vista en el contexto del Universo Cinematográfico. Probablemente por eso es que no se atrevieron a ser tan extremos. Las diferencias entre los superhéroes han sido tan divisorias en las viñetas que los pro-gobierno actuaban casi como nazis y los anti-gobierno eran más bien terroristas, quitándoles casi todo lo de «héroes». Pero esto hubiera traumado de por vida a una generación de niños. También es por eso que no se atreve a matar al personaje principal que muere en la letra impresa. Pero francamente nos entra la duda mientras vemos, provocando un suspenso más oscuro del que nunca se vio en el cine de Marvel.
Nos hace reflexionar, ya que usualmente en estas películas uno empatiza con el héroe y se pone en contra del villano. Ahora podemos empatizar con los dos bandos, del mismo modo que podemos dudar de nuestros héroes favoritos y preguntarnos qué diablos están haciendo. Los conflictos son más profundos, y en cierto modo actuales, enfrentando a grandes rasgos la seguridad con la libertad en un contexto legal. El espíritu permanece intacto, pero se cambió lo que tenía que ser cambiado. Eso es una adaptación bien hecha. No nos queda más que sacarnos el sombrero. Lo hicieron de nuevo.
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