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“UN LUGAR PARA EL AMOR”: UNA SOLUCIÓN HOLLYWOODENSE PARA LOS PROBLEMAS DE LOS INDIES

“UN LUGAR PARA EL AMOR”: UNA SOLUCIÓN HOLLYWOODENSE PARA LOS PROBLEMAS DE LOS INDIES

“Hay gente romántica y gente realista”, dice la protagonista adolescente de Stuck in love, traducida en nuestro país como Un lugar para el amor. Entendemos por romanticismo, dejando de lado la vanguardia artística, a aquello que va por las vás de lo sentimental, con ese eterno riesgo de caer en la cursilería. Es decir, están los cursis y los realistas. Esta distinción bien podríamos llevarla, con algo de salvajismo, al cine. Las películas que tratan sobre el amor, generalmente, están tratadas sentimentalmente en Hollywood y de manera menos condescenciente en el cine indie yanki. Al menos eso es lo que normalmente esperamos de este nicho de películas que todavía se hacen en Estados Unidos prescindiendo de los altísimos costos de producción. Entonces, ¿cuál es el problema con “Stuck in love”, que la deja parada como una indie movie bastante por debajo del nivel habitual? Justamente, haber optado por soluciones hollywoodenses: eso de lo que normalmente se distancian los indies, buscando perderle el miedo a los finales no-felices cuando la historia lo exige. Stuck in love queda a medio camino porque no se anima a terminar como tendrìa que terminar.

La película plantea dos hilos paralelos de una historia con el mismo detonante: un divorcio. Por una parte tenemos al sector adulto del casting, con Greg Kinnear y Jennifer Connelly a la cabeza. Ambos interpretan a una ex pareja que, años atrás, se truncó. Por otro lado están los hijos de ambos, interpretados por Lily Collins y Nat Wolff, dos nuevas estrellas adolescentes.

La película muestra las vidas de los cuatro miembros de esta familia a partir de la ruptura, el modo en que el afamado escritor William Borgens (Kinnear) quedó estancado en esa relación terminada, los intentos de Erica (Connelly) de seguir adelante y formar una nueva familia, y el despertar sexual/primer enamoramiento de los jóvenes Samantha (Collins) y Rusty (Wolff) cuyas perspectivas sobre el amor son diametralmente opuestas. Como conflicto extra, vemos que papá Borgens obliga a sus hijos a escribir desde que son chicos y la mayor, Samantha, acaba de conseguir la publicación de su primer libro. Rusty, en cambio, es fanático de Stephen King y algo así como el nene inocentón en un contexto de intelectuales.

Por momento, esta ópera prima de Josh Boone parece esforzarse por ser sofisticada. Como si la presencia de sus protagonistas escritores obligara a las constantes referencias literarias y la reiteración acerca de que sus personajes son muy inteligente, muy profundos y muy cínicos. En algún punto ese aspecto comienza a ser forzado, sobreactuado y, para colmo, cargado de referencias absolutamente obvias. Las actuaciones parecen estar a la par que el nivel de interés que despiertan los personajes. Kinnear y Connelly están en sintonía, tanto entre sí como con los conflictos de sus personajes y lo hacen bien, aún mejor que lo que exige la simplona trama. Son más frescos y transparentes que los adolescentes, por ejemplo. En especial la joven Samantha, quien en apariencia debe ser ácida, frontal y profunda, acaba cayendo en giros desagradables y parlamentos intelectualoides. Frases como la que abre esta crítica, le dan al personaje un aire de superioridad repelente y diálogos poco verosímiles.

En líneas generales, el film tiene el gran problema de ser complaciente. Esa lamentable característica de elegir el camino fácil con tal de plantear una emotiva escena final que es, en esencia, cosmética, ya que antepone dejar al espectador superficialmente contento sin haber llegado a atar ningún cabo de manera más o menos contundente.

Como dato de color, vale decir que la historia se desarrolla a lo largo de un año en una ciudad costera, pero las escenas cerca del mar son contadas con los dedos de una mano. Por lo cual, el otro tìtulo alternativo de la película resulta por demás absurdo: “Un invierno en la playa”. Párrafo aparte merece este nuevo llamado público a que los traductores de títulos, por ley, estén obligados a ver aunque sea la primera mitad de las películas.

PUNTUACIÓN: puntuacion 2

TRAILER:

Malena Baños Pozzati

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Sebastián Espíndola

Director y editor de @RevistaToma5. Vanguardista de casi nada, pero consumidor de casi todos. De chico quería ser detective privado.